martes, 14 de noviembre de 2017

Algunas anotaciones para comprender los textos de Aristóteles: Ética a Nicómaco, Libro II, 4-6



Veamos en primer lugar un breve resumen de los contenidos de los capítulos precedentes a los que tenéis que leer.

Aristóteles comienza exponiendo que hay dos tipos de virtudes: las éticas, que se adquieren por la costumbre, y las dianoéticas, que surgen y crecen mediante la enseñanza.

Las virtudes éticas no se dan en nosotros por naturaleza, ya que sólo nacemos con la capacidad de adquirirlas. Por otra parte, se puede afirmar que de nuestras funciones naturales poseemos de entrada la capacidad, y posteriormente ejercemos las actividades. Por ejemplo, no es que por ejercer mucho la visión adquiramos la capacidad de ver, sino al revés: porque tenemos la capacidad de ver, podemos luego ejercerla. En cambio, con las virtudes no ocurre lo mismo, puesto que las adquirimos como resultado de la actividad, es decir, que practicando la justicia nos hacemos justos, y practicando la moderación, moderados.

Lo mismo ocurre con las artes: por ejemplo, nos hacemos constructores construyendo casas. Pero, además, un mismo medio puede producir una virtud o destruirla. Tanto el buen constructor de casa como el malo construyen casas. El resultado dependerá de lo que nos acostumbremos a hacer. De esto resulta que el modo de ser de una persona dependerá de las costumbres que adquiera desde su juventud. Por ello la ética trata de examinar cómo hay que realizar las acciones, pues de ello dependerá nuestra manera de ser.

La primera regla que ofrece Aristóteles en relación con nuestras acciones es que hay que evitar tanto el exceso como el defecto, ofreciendo un esbozo de la teoría del término medio que expondrá más tarde.

Hay que recordar también que, para Aristóteles, todos los hombres desean por naturaleza saber, y que hay tres tipos de saberes:

- El saber productivo, que se identifica con la técnica o las artes. Consiste en producir cosas siguiendo ciertas reglas (teniendo en cuenta que para Aristóteles tocar la guitarra también sería un saber productivo).

- El saber práctico, que consiste en saber actuar o comportarse del modo más conveniente. El fin de la acción práctica es la propia acción (y no un objeto exterior a ella misma).

- El saber contemplativo o teórico, que no tiene como fin ni la producción de objetos ni la acción, sino algo que es desinteresado y que puede identificarse con la ciencia.

Capítulo 4:

Según ha dicho Aristóteles, los hombres han de hacerse justos practicando la justicia. Pero esto parece encerrar una cierta paradoja, porque, ¿cómo podemos decir que los hombres se hacen justos practicando la justicia, si el hecho de practicar la justicia parece implicar que ya son justos? Lo mismo ocurre, por ejemplo, con el arte de la música: un músico, si practica la música, es porque ya es músico.

Sin embargo, para Aristóteles esta pregunta no tiene sentido porque no podemos establecer un paralelismo perfecto entre los que ocurre con las artes y lo que ocurre con las virtudes.

Las cosas producidas por las artes tienen su bien en sí mismas, y basta con que sean de una determinada manera, es decir, que estén bien hechas. En cambio, en el caso de las buenas acciones, es decir, de las acciones hechas de acuerdo con la virtud, no basta con que resulten de una cierta manera, sino que se necesita además que el que las lleva a cabo tenga una cierta disposición. En concreto, es necesario lo siguiente:

- que sepa lo que hace
- que elija esa acción y la elija por sí misma, y no por otra cosa (lo cual significa que una acción no es virtuosa si no se elige por ella misma, sino buscando un beneficio ulterior, o a cambio de algo)
- que realice la acción de una manera firme, como resultado de una disposición permanente (y no, por ejemplo, sin tener claro que lleva a cabo la acción por ser virtuosa, y no por otras motivaciones)

Nada de esto se necesita en el caso de las artes, que se pueden practicar sin que se den estas condiciones salvo la primera de ellas, la de saber lo que se hace. En cambio, para actuar virtuosamente, el conocimiento no cuenta mucho, pero el resto de condiciones tiene una importancia total, porque la virtud aparece como resultado de practicar muchas veces actos virtuosos.

De esta forma, una acción será justa y moderada si es tal que un hombre justo y moderado podría hacerla. Y un hombre será justo y moderado si las hace como las hacen los hombres justos y moderados.

Por tanto, un hombre se hará justo si realiza acciones justas, pero si no las realiza, nunca llegará a ser justo ni bueno.

El capítulo termina con la observación de que la mayoría de la gente no pone en práctica estas cosas, sino que creen poder convertirse en buenos sólo pensando, refugiándose en la teoría. Son como los enfermos que escuchan con mucha atención lo que les dice el médico, pero no hacen nada de lo que les mandan.

Capítulo 5:

Se inicia con la investigación sobre qué es la virtud. El contexto en el que aparece es el de la búsqueda de la felicidad por parte del hombre. La pregunta que se hace es: ¿en qué consiste la felicidad? La respuesta que aporta Aristóteles es que la felicidad consiste en alcanzar el verdadero fin del hombre. Este fin no es otro que el de hacer transcurrir la vida de acuerdo con la razón. La virtud consistirá, entonces, en llevar una vida basada en la razón. De esta forma, el ideal de felicidad sería el que representa la vida contemplativa o teórica.

No obstante, Aristóteles admite una felicidad de tono menor, pero más realizable. Es la felicidad que se alcanza por medio de la práctica de las virtudes morales, y se han de poseer unas condiciones materiales mínimas para alcanzar una buena vida.

Es evidente, por otra parte, que la virtud debe estar relacionada con el alma, pues es en ella donde se toman las decisiones con respecto a la propia vida. Ahora bien, ¿a qué parte del alma pertenece la virtud?
En el alma ocurren tres tipos de cosas distintas:

1. Pasiones, que son afectos acompañados de placer o dolor. Por ejemplo, el amor.
2. Facultades, a través de las cuales nos afectan las pasiones. Por ejemplo, la capacidad o facultad humana de sentir o amar.
3. Hábitos o modos de ser, en virtud de los cuales tenemos una conducta buena o mal respecto de las pasiones. Por ejemplo, amaremos mal si lo hacemos de forma obsesiva o indiferente, y bien, si lo hacemos de forma cariñosa y atenta.

Las virtudes y los vicios no son pasiones por lo siguiente:

1. Porque no se nos llama buenos o malos por las pasiones que experimentemos, sino más bien por la forma en que las manifestamos.

2. Porque para ser bueno o malo (virtuoso o vicioso), es necesario elegirlo, cosa que no ocurre con las pasiones, que experimentamos sin elección.

3. Porque las pasiones nos mueven a obrar, mientras que las virtudes y los vicios sólo nos dan cierta disposición actuar en determinada dirección, es decir, a manejar o manifestar nuestras pasiones de un modo u otro.

Las virtudes y los vicios tampoco son facultades:

1. Porque no somos virtuosos por poder tener meramente una pasión (por nuestra capacidad para sentir), sino por comportarnos de una manera u otra.

2. Porque las facultades se tienen por naturaleza, mientras que no somos buenos o malos por naturaleza, sino por decisiones tomadas libremente.

De ahí que las virtudes y los vicios no sean pasiones ni facultades, sino hábitos o modos de ser.

Capítulo 6:

Una vez concluido que la virtud es un hábito, Aristóteles se para a dilucidar qué clase de hábito es.

Lo que hace la virtud es perfeccionar aquello que posee dicha virtud y mejorar su funcionamiento propio. En el caso del hombre, éste será virtuoso si posee un hábito o modo de ser que le haga bueno y que le permita desarrollar bien su función propia. La virtud, por tanto, está relacionada con la eficiencia para conseguir el fin propio de aquello que posee la virtud. Así, dice Aristóteles, “la virtud del caballo hace bueno al caballo y útil para correr, para llevar al jinete y para hacer frente a los enemigos”, es decir, el caballo virtuoso será aquel que mejor cumple la función que le corresponde y por lo cual decimos que es un buen caballo.

Pero, ¿cuál es la naturaleza de la virtud? ¿En qué consiste? Para aclarar este asunto, Aristóteles define lo que entiende por término medio. Cabe hacerlo desde dos puntos de vista: desde el objeto y desde el sujeto.

- Desde el punto de vista del objeto, el término medio será aquel punto que diste igual de ambos extremos. Se trata, pues, del término medio aritmético.

- Desde el punto de vista del sujeto, el término medio no estará exactamente definido ni tiene por qué ser el mismo para todos. Es un concepto relativo, esto es, relativo a cada persona y sus circunstancias.

Aristóteles defiende que todo hombre razonable huye del exceso y del defecto, que son dos vicios, prefiriendo el término medio, no de la cosa, sino el relativo a nosotros. La virtud ética deberá tender hacia este término medio que tendrá que buscarse entre las pasiones y las acciones con las que esté relacionada. Por otra parte, el término medio es único para cada persona y para cada circunstancia, por lo que alcanzar el término medio (acertar con la acción correcta) es difícil y equivocarse en fácil.

En definitiva, Aristóteles considera la virtud ética como una disposición a decidir el término medio adecuado para nosotros, conforme al criterio que seguiría un hombre prudente, inteligente y con experiencia de la vida. Aristóteles establece así una relación entre las virtudes éticas y las dianoéticas, porque la virtud encargada de determinar el término medio de las virtudes éticas es la prudencia, que es una virtud dianoética práctica. La prudencia no es una ciencia, sino el resultado de la experiencia.

No obstante, no todas las acciones ni todas las pasiones admiten término medio. Algunas son extremadamente malas, bien por exceso o bien por defecto. 

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