martes, 14 de noviembre de 2017

Algunas anotaciones para comprender los textos de Aristóteles: Ética a Nicómaco, Libro X, 6-8



Capítulo 6:

La concepción aristotélica de la ética es teleológica: lo bueno para una persona es aquello que conduce a su felicidad. La felicidad es el fin de todas nuestras acciones, el bien supremo humano. Todo el mundo está de acuerdo en que el bien supremo del hombre es la felicidad, porque es buscada por sí misma y todas las demás cosas son buscadas por ella (es decir, aun cuando no seamos conscientes de ello, todas nuestras acciones las llevamos a cabo con el fin de que nos conduzcan a la felicidad o a la vida buena, a lo que creemos mejor para nosotros porque nos hará más felices).

Aristóteles señala que la felicidad no es un modo de ser, sino una actividad. Con ello quiere decir que la vida humana consiste en actuar, en hacer cosas, y son nuestras acciones las que nos hacen felices o desgraciados.

La felicidad es una actividad deseada por sí misma. Pero parece que hay dos cosas que son deseadas por sí mismas:

- Las diversiones: éstas no pueden ser el fin de la vida porque, aunque sean deseadas por sí mismas, no son valiosas por sí mismas; nos sirven para relajarnos, para el ocio, para descansar del trabajo, es decir, para realizar mejor otra actividad.

- Las acciones de acuerdo con la virtud: son las acciones que conducen a la felicidad, pues ésta consiste en una actividad de acuerdo con la virtud, con la excelencia humana.

Ahora bien, cuando Aristóteles define la felicidad como la actividad de la mejor parte de hombre de acuerdo con la virtud más excelsa no está refiriéndose a las virtudes morales (recordemos que éstas sólo podían producir una felicidad menor) sino a las virtudes intelectuales o dianoéticas. Son estas virtudes las que corresponden a la más alta actividad del ser humano porque la actividad contemplativa es, para Aristóteles, la mejor actividad de la que somos capaces. Y esto es así porque consisten en el ejercicio de lo que hay de mejor en nosotros, que es la razón, y lo que por tanto nos conducirá a la mayor felicidad.

Así pues, el hombre absolutamente feliz será aquel que se dedique a la contemplación de lo universal y necesario. Esta dedicación es la más perfecta a la que se puede dedicar el hombre porque desarrolla la parte más excelsa que tiene como ser racional y constituye, por ello, el fin último del hombre.

Capítulos 7 y 8:

En estos capítulos, Aristóteles defiende que la vida contemplativa o teórica constituye la máxima felicidad del ser humano. Los argumentos que da para defender esta posición los tenéis hacia el final del tema, después de la selección de textos.

No obstante, se pueden añadir algunas aclaraciones a esos argumentos:

- La vida contemplativa es la actividad más excelente porque corresponde a la mejor de las virtudes dianoéticas, que es la virtud de la sabiduría. Hay que recordar que Aristóteles define la sabiduría como la unidad de la ciencia y la inteligencia: la sabiduría consiste tanto en realizar demostraciones correctas (ciencia) como en la captación de los axiomas o primeros principios de las ciencias.

- Otra razón que lleva a Aristóteles a afirmar que la felicidad absoluta consiste en la vida contemplativa hace referencia a la vida de los dioses. No parecen propias de los dioses las acciones, aunque éstas sean justas o valientes. Menos aún se dedicarán los dioses a la producción de objetos. Sólo la contemplación parece digna de unos seres perfectos. Y puesto que la contemplación es la actividad propia de los dioses y éstos son felices así, el hombre, en la medida en que puede realizar esta actividad que le asemeja a los dioses, también será feliz.

- Los animales quedan excluidos de la vida feliz porque, al no tener razón, no podrán dedicarse a la contemplación.

- El hombre más querido por los dioses es el que actúa según su intelecto. Parece lógico pensar que los dioses vean bien en los hombres lo que éstos tienen en común con ellos, es decir, la razón, y que premien a los hombres que la usan bien. Como es el hombre sabio el que mejor actúa según su intelecto, será el más amado por los dioses y, por tanto, el más feliz. 


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